Y vino a mi memoria el
recuerdo de un “convenio” que hicimos de relaciones diplomáticas, francas y
amigables.
Pues han de saber que mi querida madre me
pegaba, por lo menos, una vez cada hora. Así era de travieso y malmandado.
Así que un día le
propuse hacer las pases, nos dimos la mano, y fue la última vez que me pegó. Tenía
yo, entre 9 y 10 años.
Con el tiempo me convertí en su confidente, posición
que ocupe hasta su muerte. Un recuerdo eterno para mi señora madre (algunos
dicen que nunca tuve).
Del ingeniero Félix
Agramont tengo muchos recuerdos. Narraré dos. Eran los tiempos de la elección interna
para gobernador.
Y al mismo tiempo, se desarrollaba un
campeonato mundial de futbol. Pensando en los nombres de políticos locales, le
pregunté quién era su favorito.
Brasil, me respondió con
una sonrisita pícara. Y en aquellos tiempos también se estaba conformando su
equipo de trabajo.
Y del
gabinete, qué nos puede decir, le pregunté. Y me respondió: Es un mueble, que
va en el comedor, y que sirve para guardar los cubiertos. Descanse en paz mi
amigo del alma.
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