Cuando arranqué mi carrera periodística,
combinada mi chamba con los estudios de periodismo y cometí muchos errores que
ahora me avergüenzan.
En una ocasión mi
director me mando a una terminal de autobuses, pero no entendí a lo que iba.
Como pasaba el tiempo y yo no me reportaba, me habló mi director.
Así que me localizó y me preguntó si la huelga
era legal o ilegal. Y yo, con todo el
candor del mundo le pregunté: ¿apoco hay huelga?
Me hizo regresar de
inmediato, me tomó de una oreja y me dijo: “tú no tienes vocación para el
periodismo. Mejor consíguete otra chamba”. Me perdonó y seguí “trabajando”.
En otra ocasión, me mandó a cubrir una reunión regional
de las Cámaras de Comercio. El gerente me informó que los que iban de Obregón,
se habían matado en un accidente.
Así que me regresé a
la oficina y el director me preguntó el resultado de la reunión. Inocentemente
le informé lo que había ocurrido con los dirigentes de la Canaco sonorense.
Me preguntó que si traía la nota y yo le
contesté que qué caso tenía, si ya estaban muertos. Otro jalón de orejas y otro
perdón por la tarde.
Con el rostro
enrojecido del coraje, mi director, don Gustavo de Cañedo, me dijo, colérico: “esa
es la nota, Raúl”.
Confieso, finalmente, que el director debe
haberme corrido, cesado y sacado a la calle de una oreja, por lo menos unas 30
veces. Pero, más o menos aprendí a escribir.
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