martes, 4 de febrero de 2014

Blanco y Negro

En Ensenada conocí a Ramón Cota, de Miraflores. Tenía mucho sentido del humor.

En una ocasión un lector de El Mexicano, que Ramón dirigía, se presentó para quejarse.

Dijo que en una visita anterior le habían puesto el apodo de “Iguana”.

Ramón se le quedó viendo las manitas cortitas y delgadas, la cara larga, los ojos escondidos y el cuerpo largo y flaco.

“Amigo”, le dijo “no se puede quejar. El apodo está muy bien puesto”. El visitante salió echando fuego.

En ese diario que dirigía Ramón, trabajaba el fotógrafo Luis Montes Pinal, muy bueno para inventar apodos.

Decía, entre otras cosas, que Ramón se parecía a Juan Diego, al que se le apareció la Virgen.

Un día, que Ramón no estaba de humor, Luis le preguntó: “¿y qué sentiste cuando se te apareció la Virgen?”.


“Nada” le dijo Ramón. “Yo pensé que era tu mamacita”.

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