En este 2013 se cumplen cien años del infame
asesinato de Belisario Domínguez. Desearíamos no tener que conmemorar fechas
fúnebres; sin embargo, la historia nos traza sus propios parámetros para juzgar
los momentos que marcan el destino de los pueblos, tal es el caso del infausto
acontecimiento que recordamos en honor al eminente chiapaneco.
El desarrollo de los acontecimientos provocados
por el inicio de la Revolución Mexicana fue trazando una ruta que con voluntad
infranqueable siguió Francisco I. Madero. Alentar la conciencia nacional para
poner fin a una dictadura de 30 años fue la prioridad. Cumplida esta etapa el
Presidente Madero intentó conducir a la nación por la ruta de la conciliación y
la democracia. No fue posible, los arteros instrumentos de la dictadura prevalecían
en los mandos militares y la conciencia nacional que despertó al llamado de
Madero, ahora aparecía adormilada o renuente ante la digna postura del
Presidente. Conocemos el epílogo de esta trayectoria que desembocó en su muerte
y la de Pino Suárez.
El retoño de la dictadura aparecía en la figura
de Victoriano Huerta como un salvaje instrumento de represión y un retorno a la
paz porfiriana de los sepulcros. La marcha del usurpador se fue sembrando de
cruces; muchos fueron los sacrificados y la nación se envolvía en una espesa
niebla de crimen y represión. La flama que encendía en el norte Venustiano
Carranza no aseguraba, en un principio, que la nueva dictadura fuera breve. Es
en ese ambiente de incertidumbre y desesperación donde aparece la insigne
figura de Belisario Domínguez, quien habiendo asumido la titularidad de la
senaduría por su entidad, daba muestras de un valor cívico que superaba, con
mucho, lo que se podía exigir de una ciudadanía responsable.
El 23 de septiembre de 1913, Belisario Domínguez
pretende hacer una intervención ante el Senado de la República en contra de
Victoriano Huerta y, ante la imposibilidad de hacerla en tribuna, la manda
imprimir para ponerla del conocimiento de la opinión pública. Nadie se hubiera
atrevido como él a señalar lo siguiente: Penetrar en nosotros mismos, señores,
y resolver esta pregunta: ¿qué se diría de la tripulación de un gran navío que
en la más violenta tempestad y en un mar proceloso nombrara piloto a un
carnicero que sin ningún conocimiento náutico navegara por primera vez y no
tuviera más recomendación que la de haber traicionado y asesinado al capitán
del barco?
La valiente posición de Belisario Domínguez
tendría respuesta en las manos de los esbirros de Victoriano Huerta y su
indignante asesinato ocurriría el 7 de octubre de 1913. Fecha en la que se
cegaba una vida ilustre y se abría una herida en el cuerpo de la nación, pero
fecha, también, en que los mexicanos de ayer y de ahora encontrarían la ocasión
para conmemorar los altos valores de la dignidad y el patriotismo.
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