Si por casualidad me encuentra en
la calle, ni me hable. Estoy convencido de que soy un súper héroe.
Le cuento. Mi nieto Carlos Andrés y yo fuimos al peluquero. Él ya había ido un día
antes. Cuando me siento en el sillón, el primer consejo.
“No tengas miedo, abuelo. No pasa nada”. Y enseguida la declaración heroica.
“Acuérdate, abuelo, que los súper héroes nunca tienen miedo”. Todos festejaron la frase.
Así que aquí me tiene, convencidísimo de que soy un súper héroe.
En mi pueblo, Esperanza, El Fuerte, Sinaloa, todavía me conocen como “Juan el mambero”.
Me gané el mote porque, para comprar el boleto del cine, bailaba mambo por unas monedas.
Al rememorar el apodo, también vino a mi memoria que, desde muy niño, vendía pan en mi pueblo.
Como dice el dicho: recordar es
vivir. Y el recuerdo me reanima.
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