A propósito de nombres raros, en mi familia ha habido algunos.
Tengo una tía que se llama
Eustolia. Le decimos la tía Tola. Ella tiene un hijo que se llama Paciano. Y
tuve un tío que se llamó Homobono.
En Mochis conocí a un militar que se llama Próculo Montoya.
Y en televisión (Canal 2) conocí
a un señor que se llama Próculo Medrano. Tiene nombre de albur.
En Culiacán, conocí a un señor que se llamaba Atalo De la Rocha. Parece
albur, pero no es. Atalo, no Ítalo ni Átalo. Así, sin acento.
En el norte conocí a un señor que
se llama Graciano. Que friega le pusieron sus papis.
En mi rancho también se la rifaban para poner apodos. A un hombre
delgado, que siempre andaba desfajado, con las tetillas colgando, lo bautizaron
como “la perra parida”.
Y, finalmente, en una ranchería
sudcaliforniana, conocí a un hombre con el apodo de “la liebre con tenis”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario