lunes, 24 de febrero de 2014

Blanco y Negro

Antes que nada, una disculpa por la prolongada e involuntaria ausencia.

A propósito de nombres raros, en mi familia ha habido algunos.

Tengo una tía que se llama Eustolia. Le decimos la tía Tola. Ella tiene un hijo que se llama Paciano. Y tuve un tío que se llamó Homobono.

En Mochis conocí a un militar que se llama Próculo Montoya.

Y en televisión (Canal 2) conocí a un señor que se llama Próculo Medrano. Tiene nombre de albur.

En Culiacán, conocí a un señor que se llamaba Atalo De la Rocha. Parece albur, pero no es. Atalo, no Ítalo ni Átalo. Así, sin acento.

En el norte conocí a un señor que se llama Graciano. Que friega le pusieron sus papis.

En mi rancho también se la rifaban para poner apodos. A un hombre delgado, que siempre andaba desfajado, con las tetillas colgando, lo bautizaron como “la perra parida”.

Y, finalmente, en una ranchería sudcaliforniana, conocí a un hombre con el apodo de “la liebre con tenis”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario