Sucedió en Los Mochis. El profe Lares era un
buen maestro, muy serio y muy profesional. Pero un día amaneció con los cables
volteados y perdió el sentido de las cosas.
Se le metió la idea de
que podría ser presidente de la República. Y “trabajó” en ello.
En pleno calor, el profe Lares hacía ejercicio
físico, vestido de negro y con zapatos bostonianos para estar en condiciones de
dirigir la República.
Un día, un rico
agricultor de la región, le extendió un cheque por “un millón de besos”. Leyó
bien: de besos, no de pesos.
Pero el profe se empeñaba en que el gerente de
Bancomer le hiciera efectivo el cheque. Lo que era la comidilla del día.
El día de las
elecciones, un grupo de vagos, entre ellos yo, le declaró ganador, se le impuso
la bandera nacional en el pecho y se le tomó la protesta.
El día de la ceremonia llegó al estadio de
beisbol, donde el profe rendía protesta, un pelotón de soldados, que nos
detuvieron a todos.
Total que hasta el
inspector de policía fue detenido por mancillas los símbolos patrios, como la
bandera nacional.
Mañana relataré otras aventuras del profe
Lares, como cuando se burló de otro loquito que quería ser alcalde de Los
Mochis.
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