martes, 28 de mayo de 2013

Blanco y Negro

En los inicios de mi carrera, el periódico en el que trabajaba, me publicó una nota principal que decía: “infanticidio en el Issste”. Y abajito de la nota decía por Juan Raúl Zavala Magallanes.

Cuando fui al rancho donde vivía mi abuelo, le presumí la nota. Y él, muy serio me dijo: “¿Y por qué la mataste hijo?” Tuve que explicarle que eso, en periodismo, se llama crédito.

En otra ocasión, invité a mi abuelo a ver una pelea de box. En los primeros rounds, cayó a la lona uno de los contendientes. Entonces ya había repeticiones.

Mi abuelo vio, asombrado, que el peleador cayó en por lo menos tres ocasiones. Y muy serio me dice: “oye, van a matar a ese hombre”.

Mi primo Antonio llevó al rancho un enorme radio de pilas. No lo apagaron en todo el día. Y al caer la tarde, mi abuelo dijo: “ya dejen descansar a ese pobre hombre. Se va a enronquecer”.

Cuando llegué a La Paz, el periódico semanal “el Eco de California”, la tomó contra mí por no ser sudcaliforniano.

Pero alguien me presentó al director, Félix Ortega, en Aguacaliente, Los Cabos. Sacó una pistola enorme y me apuntó al estomago.

Obviamente, me asusté mucho porque el señor estaba borracho. Pero haciendo de tripas corazón le dije que le jalara.


Félix me preguntó si tenía miedo. Claro que no, le dije temblando por dentro. No te da miedo, me preguntó. A partir de ese día y hasta su muerte, fuimos grandes amigos. 

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