
Cuando tenía entre 9 y
10 años “transmitía juegos de beisbol, en una cabina improvisada, entre dos
sillas, con una toalla en la parte de arriba.
Mi madre se desesperaba al oírme “narrar” todas
las incidencias de un juego. Enfadada, me ordenaba que me callara.
Y en defensa de mi vocación,
la “amenazaba” con empatar el juego en la novena entrada. Por lo general, yo
ganaba el pleito.
No me explico el origen de la vocación, pues
nadie en mi familia ha sido locutor, ni trabajado en una estación de radio.
También sentía vocación
por dar noticias internacionales en una estación, también imaginaria, mientras
pizcaba algodón.
Entré a una radio de Los Mochis cuando tenía
pasaditos los 12 años. Por cierto, decía “suidad” en vez de ciudad, hasta que
un locutor profesional me corrigió.
Mas tarde, a los 16
años, trabajaba en una tintorería y para despertar en la madrugada oía un
programa de la W. La figura era Carlos Denegri.
Ese señor era un figurón, identificado como “la
Voz de América desde México”. Continuaremos mañana.
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