
También en Los Mochis,
fui Secretario Particular del presidente municipal, don Oscar Monzón Molina. La
anécdota de hoy tiene relación con este último cargo.
El presidente me ordenó que, de ninguna manera,
dejara que se acercara, el secretario general, que había renunciado al cargo.
Un día, el profesor Hipólito
Preciado se introdujo a la oficina del presidente, aprovechando que yo estaba hablando
por teléfono.
Colgué y de inmediato me presenté en la oficina
de mi jefe, preocupado. Cuando llegué el alcalde tenía extendido los brazos,
muy cariñoso, con el ex funcionario.
Pero Hipólito –le dijo-
¿qué malas caras has visto que no vienes a visitarnos? “Lo que pasa es que,
cuando intento hablarte o verte, Raúl me ha dicho que estás muy ocupado”.
El presidente me clava una mirada de reproche y
me pregunta: a ver, Raúl, ¿qué te he dicho sobre mi profe? Sentí ganas de decir
la verdad, pero me callé.
Pero en cuanto se fue
el maestro, le reproché, airadamente, a mi alcalde. “Para eso te tengo aquí”,
me dijo. Fue una primera lección de “alta política” que tuve que absorber.
Naturalmente, hubo muchas “lecciones”, en el
curso de los tres años de gobierno.
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