Estrategia amarilla
La estrategia postelectoral diseñada por Andrés
Manuel López Obrador, perredistas y del Movimiento Progresista que lo
acompañan, no tiene otro objetivo, mas que claro y contundente: menoscabar el
inminente gobierno de Enrique Peña Nieto a partir del 1o. de diciembre próximo.
¿Cómo? Bueno, se intentara explicar lo más claro que se pueda. Veamos. Desde el
mismísimo día dos de julio, el candidato perdedor ubicado en segundo lugar,
inicio una serie de argumentos intentando afectar al candidato ganador conque
había sobrepasado los topes de campaña y con la consabida treta de
irregularidades en la votación del día anterior. No "pegaron" ante la
ciudadanía estas voces mitómanas. Ante este nulo resultado, se vino la cargada
que se utilizaron, por parte del PRI, miles de millones de pesos en la compra
de tarjetas de la empresa Soriana y del Banco Monex para, a su vez, comprar
conciencias y votos a favor del tricolor e insinuando que había dinero sucio en
su adquisición. Al no presentar pruebas contundentes de sus dichos, este
argumento se desvaneció, o esta por hacerse, ante las instancias electorales
nacionales. Al ver la poca penetración ante los mexicanos, por la falsedad de
sus argumentos, ahora las baterías están dirigidas a parte del equipo cercano
al candidato ganador, Peña Nieto. Presentaron, con bombo y platillo, un estado
de cuenta bancaria en el cual supuestamente se registran movimientos de
recursos a favor de la campaña del candidato priista y a nombre de Luis
Videgaray Caso, personaje de todos los afectos y cercano a Peña Nieto. El PRI y
Videgaray ipso facto lo negaron y, lo mas importante, la institución bancaria
que involucraron, Scotiabank, afirmando que el mencionado no es y no fue
titular de la cuenta en el periodo nombrado por el Movimiento Progresista. ¿Qué
mas viene en el futuro cercano? No se sabe, pero se intuye. El objetivo de todo
esto es intentar presentar ante la sociedad a Peña Nieto como un usurpador de
la democracia, como un espurio, como un corrupto, que no juega limpio y, de
ahí, debilitarlo con vistas al futuro electoral, llámese proceso electoral
presidencial dentro de seis años, en el 2018, y catapultar al candidato del PRD
y demás partidos satélites que lo acompañan, sea López Obrador o Marcelo
Ebrard, si al tabasqueño le da la gana y lo deja pasar. Todos los argumentos
hasta hoy utilizados por el Movimiento Progresista, van encaminados hacia esa
estrategia política. Todos sabemos que la elección del pasado 1o. de julio la
perdieron, otra vez, por la soberbia, pero, de nuevo, no son buenos perdedores.
Tintero
No hay comentarios:
Publicar un comentario