Los priístas de Los
Cabos presumen el nombre de su hermoso dirigente: Modesto.
El de de Comondú no hace malos quesos. Se llama
Placido.
Ahora, el dirigente
estatal, Juan Alberto Valdivia, tendrá que usar su tercer nombre: Federico.
No hay que olvidar que los priístas ya tuvieron
un Agapito. Nomás les falta tener una Beneplácita.
Yo no sé si usted los
haya visto famélicos, desnutridos o pobres. Yo no.
Me refiero, obviamente, a los maestros
revoltosos de Oaxaca. Yo los imaginó gorditos, sonrosados y vigorosos.
Y la gran pregunta
sigue siendo: ¿quién los mantiene? ¿De dónde sale la lana?
Los habitantes del DF ya están pensando muy seriamente
en hacerle un monumento al “maestro desconocido”.
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