*Mario Santiago González
EX GOBERNADORES se aferran al poder, pero HACIENDO OLAS.
• El silencio es la regla de oro.
• Pueden quedarse pero sin causar problemas.
• LCM y NAM lo saben, pero se hacen como que no.
• Porfirio Díaz, el más claro ejemplo.
La tranquilidad política y social de un Estado, depende de la voluntad y la energía del Gobernador en turno. A nadie más se le puede endosar esa delicada responsabilidad.
En Baja California Sur, desde su época -diríamos- moderna, del licenciado Hugo Cervantes del Rio en adelante, lo único que tenían vedado hacer, eran olas. Sobre todo olas políticas.
Podían vivir en el terruño, pero sin hacer ruido.
Así lo hizo el ingeniero Felix Agramont Cota, Ángel Cesar Mendoza Aramburo, Alberto Alvarado Arámburo, Víctor Liceaga Riubal y Guillermo Mercado Romero.
Ninguno de ellos intento siquiera, ser protagonista luego de que cumplieron con sus seis años de mandato.
Buenos o malos gobernadores, pero siempre respetaron esa regla, no inscrita en ninguna ley, simplemente en la cordura política.
Pero se rompió bruscamente, primero con Leonel Cota Montaño, que luego de su lamentable paso por la dirigencia nacional del PRD, se regresó a Baja California Sur para intentar ser Diputado Federal y fallado el tiro, Presidente Municipal de Los Cabos.
No pudo resistir la tentación de alejarse de los reflectores. Y sigue como trompo chillador.
Y ahora resulta que Narciso Agúndez Montaño, que le disputa a su primo Leonel el derecho a ser considerado como el peor gobernador de Baja California Sur, quiere volver a la política a través del Partido Verde Ecologista, provocando olas que en nada benefician la tranquilidad política del Estado.
Marcos Covarrubias, es ahora gobernador, es el único que les puede y les debe marcar el alto, pues de lo contrario, le contaminaran antes de tiempo, la política del Estado.
No sé que vaya a pasar en el proceso más cercano que es el 2012.
Pero de lo que si estoy seguro, es que si LCM y NAM siguen actuando como caballos desbocados, sin control y sin freno, provocarán un grado de inestabilidad que a nada bueno conducirá.
Por eso será importante que el Gobernador Covarrubias les imponga a tiempo las elementales reglas del silencio político, pues corre el riesgo de hacerlo tardíamente y a destiempo, cuando ya nada se pueda hacer.
Para ejemplificar lo anterior, tal vez sea oportuno citar un pasaje que vivió don Porfirio Díaz antes de su renuncia presidencial el 4 de marzo de 1911.
Unos pocos meses antes de la mencionada fecha, don Porfirio todavía no estaba seguro de lo que haría.
Pero le comentó a su amigo Julio Baranda que había decidido dejar la presidencia y que dejaría como candidato para sucederlo a José Ives Limantour.
Ante eso, cuenta la anécdota que con candor o con malicia, el señor Baranda le preguntó: ¿Y cuál capital de Europa ha escogido usted para vivir?”. Asombrado el general lo miró y le contestó: “no he pensado en ir a Europa”. El ex ministro, un poco insistente, sonrió y le dijo: “¿Quiere decir que usted preferirá vivir en alguna ciudad de los Estados Unidos o tal vez en América del Sur?”. Don Porfirio, ya alterado, añadió categóricamente que dejaría la presidencia, pero no el país. Y en voz alta, aunque como hablando para sí mismo, Baranda añadió: “¿Cómo?, ¡un ex presidente de México quedándose en México después de su mandato!”. Cien años de historia nos enseña que los ex presidentes de México solo tienen dos caminos: el exilio o el cementerio.
Esos eran los tiempos del México bárbaro.
Algo ha cambiado en ese tipo de actitudes.
De lo que estoy completamente seguro, es que un ex gobernador no tiene ningún derecho a provocarle olas al sucesor.
Ni el sucesor tiene porque soportar este tipo de movimientos, porque no son saludables para la vida Institucional del Estado.
Ya ni Leonel Cota ni Narciso Agúndez tienen los hilos del poder.
Afortunadamente.
Aunque ellos piensen lo contrario.
Tomado de la Revista Compás*
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