A mediados de 2010, Francisco Rojas publicó una serie de planteamientos respecto a indicadores económicos y sociales, así como en materias de gobernabilidad, corrupción e inseguridad pública del gobierno del presidente Felipe Calderón, cuyo título lanza la pregunta ¿Para vivir mejor? que, como bien se sabe, constituye el lema sexenal.
En base a estadísticas oficiales y estudios de organismos internacionales, y luego de la exposición objetiva de datos y cifras, el autor cuestiona: ¿La caída persistente de la economía es una forma de vivir mejor?, ¿el desempleo creciente y sus variantes contribuyen a vivir mejor?, ¿la desarticulación de la industria, la disminución de la inversión extranjera, la caída de la competitividad y de los incentivos para los negocios nos permite vivir mejor?, ¿La insuficiencia de créditos productivos es un medio para vivir mejor?, ¿la dependencia alimentaria contribuye a vivir mejor?
Interroga a continuación: ¿Son el despilfarro del petróleo y la desinversión en la industria eléctrica instrumentos para vivir mejor?, ¿la mala administración de las finanzas públicas, el incumplimiento de programas, los gastos no aprobados y la carencia de un sistema integral y adecuado de evaluación de resultados contribuyen a vivir mejor?
Con el deterioro observado en los últimos 9 años en los indicadores de bienestar social ¿se puede afirmar que la población está en condiciones de vivir mejor?, ¿la pérdida de gobernabilidad, el deterioro del Estado de Derecho y el crecimiento explosivo de la corrupción son garantía para vivir mejor?, ¿el aumento de la inseguridad, los temores de inestabilidad y la desconfianza en las instituciones son formas de vivir mejor?
Concluye en los tres párrafos que siguen:
“Los indicadores aquí presentados dan cuenta de que la frase “para vivir mejor” no tiene sustento en la realidad. La gestión de los gobiernos procedentes del PAN ha sido inadecuada y no ha resuelto problemas en áreas de alta sensibilidad como la economía, el empleo, la seguridad pública, la educación, la salud.
“Nadie puede congratularse de estos resultados, ni siquiera los críticos que ven cumplidos sus temores, pues las consecuencias de los errores son devastadoras en un país con la mitad de su población en la pobreza o al borde de ella, con una juventud sin escuela ni empleo ni porvenir.
“Existe preocupación por las consecuencias de la conducción ineficaz del país y estamos comprometidos a hacer cuanto esté a nuestro alcance para moderar los estropicios de hoy y contribuir a la propuesta de un proyecto nacional que funcione y rescate el sentido solidario de la cosa pública en función de la igualdad y la cohesión social.”
Pareciera que con lo anterior se está haciendo un retrato hablado de la absurda realidad que han heredado a Baja California Sur los dos sexenios gubernamentales emanados del PRD.
La otra pregunta es si esto mismo nos depararán los próximos cuatro años y medio como resultado del proyecto aún inimaginable de una administración proveniente de dos corrientes políticas irreconciliables.
HISTORIA
EFEMÉRIDES
MARZO
20 (1976). Fue inaugurada la primera escuela preparatoria de Ciudad Constitución.
21 (1914). La jefatura política del distrito Sur de la Baja California, en manos del coronel Gregorio Osuna, desconoció al gobierno de Victoriano Huerta.
25 (1654). Nació en Palermo, Italia, Francisco María Píccolo, quien sería importante misionero jesuita en la Antigua California. Murió el 22 de febrero de 1729.
26 (1804). El gobierno virreinal separó política y administrativamente a las Californias en una parte peninsular (Antigua, Vieja o Baja California) y otra continental (Nueva o Alta California).
26 (1984). Murió en La Paz Jesús Castro Agúndez, maestro, escritor y político. Sus restos mortales fueron reinhumados en la Rotonda de los Sudcalifornianos Ilustres. Fue funcionario federal en el ramo de Educación, presidente del PRI, servidor público del gobierno de Baja California Sur y senador de la República por esta misma entidad; autor de textos costumbristas que publicó en algunos libros, el primero de los cuales se titula Patria chica. Nació el 17 de enero de 1906.
26 (2009). Murió en Todos Santos, de donde era oriundo, el profesor Néstor Agúndez Martínez, extraordinario maestro, poeta (con acento especial en el soneto), dramaturgo, coreógrafo, cronista, biógrafo e impulsor de las artes. Por todo ello es figura emblemática de la cultura sudcaliforniana; fue profesor de muchas generaciones en educación primaria, secundaria y preparatoria. Buena parte de su obra se encuentra publicada, e hizo de la amistad y la paz así como el paisaje y las costumbres sudcalifornianas tres temas siempre presentes en su vasta producción. El empeño apasionadamente creador de Agúndez Martínez motivó la construcción del teatro “Manuel Márquez de León” e hizo posible la fundación del Centro Cultural que lleva su nombre en el mismo lugar donde transcurrió toda su fructífera vida. Nació el 26 de febrero de 1925.
LIBRERIA
Los candados del destino, por Armando Trasviña Taylor, Ediciones sudcalifornianas, Xalapa, Ver., 2000.
Tal vez Armando Trasviña Taylor haya deseado, en el fondo, que su primera novela hubiese sido autobiográfica, metido en los zapatos decimonónicos de su más remoto ascendiente británico en tierra americana, errabundo transcontinental y simiente del clan tayloriano de Sudcalifornia.
Pero lo es, después de todo, porque el autor de Los candados del destino debió hacer recuento de todos sus atavismos para explicar quién y qué fue el personaje que en la obra es llamado simple y castellanamente Tomás: carpintero de barco, vida sin conflictos hasta que se la complica en el encuentro y la toma de mujer en un pueblo chico-infierno grande. Aquí empieza realmente el interés por seguir la huella de este trashumante y su cargamento fatal cuya fotografía aparece en la portada del libro de 127 páginas, y que aún corona, testimonial, el túmulo de Thomas E. Taylor en el panteón de los Sanjuanes, escenario donde inicia y halla cerradura el texto.
Acaso para recordarnos que las vidas de todos están signadas, de principio a fin, por los candados: catenatus, sujeto con cadenas.
En cada lance que echaban sentían un golpe en el pecho. De un entierro, hasta que sucede se dan cuenta de que es para siempre.
Cuando Jaime Torres Bodet opina que “la mejor cualidad del novelista moderno estará, pues, en su escrupulosa fidelidad a la memoria”, probablemente no se refiere a la memoria histórica sino a la que enfrentan el escritor y sus lectores en la búsqueda de lo que, más recientemente, Milan Kundera llama el enigma del yo, que es, al decir del checo, “una de las cuestiones fundamentales en las que se basa la novela en sí”.
Si bien escribir una novela es “tan seductor como emprender un viaje”, como dice también el mismo Torres Bodet, parece que la tarea fue para Trasviña Taylor un desembarazo imprescindible y de inefable ternura que se advierte en el planteamiento narrativo. Quizá esta obra tardó tantos años en aparecer, más que por falta de tiempo o voluntad para escribirla, por renuencia al encuentro con las imágenes ancestrales. Viejas y queridas, al cabo.
Llegó el momento en que el polvo les cegó la vista y empezaron a perfilarse, como fantasmas, los recuerdos. Entonces se fueron retirando poco a poco de la tolvanera.
Como fuere, don Tomás, que no es ni héroe, ni loco, ni protagonista trágico, sino individuo común que aísla el microscopio escritural de Trasviña para escudriñarlo mejor, es vórtice en torno al cual se explican acontecimientos de la península de Baja California que de muchas maneras dieron carácter, contenido y dimensión a la antigua California de nuestros días.
Sin embargo, a pesar de sus innegables aportaciones para explicar sucesos del pretérito, el volumen ha de ser disfrutado como ente artístico y filosófico más que como libro de consulta, porque la exactitud histórica es exigencia de la que está liberado de antemano el escribidor, toda vez que su compromiso es con la existencia, no con la realidad.
Vale decir que Los candados... no es, en modo alguno, novela de modelo clásico; más acá de herrajes de principio-nudo-desenlace, resulta forma de repensar nuestro pasado social y personal; finalmente, todos, en más de un sentido, somos don Tomás.
En este caso también, el novelador no puede escapar a su oficio de poeta, y así la poesía (que no se busca sino se encuentra) está a la vuelta de todas las esquinas de la obra:
La tarde entraba en silencio, de puntitas, con su frasco de sudores en derrame, y un árbol de macapul, que estaba al pie del andén, hizo más amplia su sombra...
Gente, pueblos, costumbres, tradiciones, habla y chismografía populares, ritmos cotidianos penetran (como Pedro por su casa, porque es su casa) en el cuerpo de la novela; el tráfago de circunstancias es suculenta, amorosamente familiar:
Era ya un rito religioso de las costumbres domésticas colocar en la banqueta la poltrona por las tardes para recibir el viento que, con el mote de Coromuel, sopla viniendo del sur, entre las cinco y las seis de las tardes mansas, sesteantes
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