jueves, 9 de octubre de 2014

Blanco y Negro

Estamos viviendo la calma que precede a la tormenta. Pronto escucharemos rayos y centellas, entre los aspirantes políticos a la gubernatura y a otros cargos.

Muy pronto, con pavor, nos enteraremos de cosas que no nos imaginamos que se dirán unos a otros.

Hace poco, Carlos Mendoza me comentaba que no debieran convertirse en campañas despectivas, sino en mensajes de altura, de alto nivel filosófico y político.

Buenas intenciones, sin duda, pero difícil de lograr cuando se trata de acabar con el enemigo político y no con el adversario.

Decía Carlos que después de todo, los actores políticos seguirán conviviendo el resto de sus días bajo este mismo techo sudcaliforniano.

Y que no vale la pena destruirse por la ambición del poder. Creo que tiene mucha razón. No vale la pena.

Lo curioso y lamentable es que los ataques empiezan en las infanterías y los líderes no tienen la capacidad de frenar a sus dirigidos.

Y eso provoca una reacción en cadena que termina por destruir la política y por construir bases equivocadas en la lucha electoral. No se vale.


Ojalá que los políticos entiendan que vivimos tiempos de diálogo, de concertación, de acuerdos, no de denostaciones infames.

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