Una de las anécdotas que más me
avergüenzan, me ocurrió cuando apenas había recibido mi credencial de
reportero.
Mi inseparable amigo Ramiro Guerrero y yo, fuimos a ver el espectáculo “El
Museo de Cera”.
Se trataba de monstruos, famosos
en aquella época (60´s, más o menos).
A medida que uno hacía el recorrido se iba impresionando por los
gritos, alaridos, aullidos, quejas, que se supone emitían los monstruos.
Además de la música muy apropiada, como de ultratumba.
El miedo nos fue ganando y aunque vimos y oímos a La Llorona, a Drácula,
el Hombre Lobo, y otras monstruosidades, logramos llegar al final.
Pero en ese punto, nos faltaba lo
peor: Frankenstein. El monstruo de monstruos.
Entre brumas o humo, vimos la desfigura de aquella horrible criatura. Para
entonces ya estábamos más que asustados.
Cuando se nos acercó, en actitud
amistosa, Ramiro y yo tuvimos la misma lucida idea: sacamos nuestras
credenciales y le dijimos: “no nos haga nada, somos periodistas”.
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