Como el lector se podrá imaginar,
en mis 53 años de ejercicio del periodismo, he tenido muchas vivencias.
Algunas de ellas chuscas, otras aleccionadoras, la mayoría
inolvidables.
Cuando era estudiante de
periodismo, hice labor social en un ranchito llamado El Carrizo, en el
municipio de Mocorito, cerca de Culiacán.
Dos cosas curiosas ocurrieron, relacionadas con animales.
Los libros donados por la SEP
para la escuelita del poblado, llegaron en los lomos de una burra.
El noble animal fue bautizado como “la burra culta”.
Otra anécdota tiene relación con
un señor que se negaba a cooperar con las tareas de limpieza de la comunidad.
Le pedí a mi compadre Lencho, presidente de la asociación de padres de
familia, que hablara con el hombre, para que se sumara.
“Mire, compadre. Es más fácil
quitarle una mazorca a un marrano, a suplicas, que convencer a este amigo”.
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