CRONICA DE UN INCENDIO ESPERADO
Santa Rosalía, BCS.- Después de haber sostenido una desagradable charla con un afecto que se fue para siempre, decidí saborear una copa de vino tinto. Un tinto artesanal del Valle de Guadalupe que vende “El Kala” en su prestigiado negocio “Con Juanito”. En mi soliloquio, recordé la canción Red Wine de Neil Diamond: …He jurado que no pensaré en ti/ Estaba equivocado/ me puedo dar cuenta/ solo una cosa me hace olvidar/ vino tinto/ quédate cerca de mi/ no me dejes solo/ me esta destruyendo/ mi triste corazón… estaba en eso cuando escuche los sonidos de la bombera y las ambulancias ulular.
La noche en Cachanía, aunque fría, estaba tranquila. De repente el ruido se adueño de ella y, eso llamo mi atención. Abrí la puerta de mi hogar y pude percibir un olor a quemado; a incendio. Alce mi vista y vi el humo como subía al cielo impulsado por la presión del fuego. En piyamas corrí hacia el sitio y pude darme cuenta que el incendio, apenas en ciernes, sería de graves consecuencias.
Hice dos llamadas, la primera a mi hermano Luís, quien es propietario de una de las casas que devoraba el fuego; la otra, fue para atascarme en el recuerdo de siempre.
Era casi la media noche. Aun no llegaban las pipas aunque las bomberas ya estaban en el lugar, nada se podía hacer. Regrese lo más rápido que pude a casa para ponerme ropa adecuada, siempre pensando que en algo podía ayudar.
Al regreso el fuego ya había invadido tres casas y amenazaba con seguir adelante y siniestrar toda la manzana. El trabajo en equipo y la solidaridad de muchos ciudadanos que no podían hacer nada ante el fuego, se dejo sentir al rociar con agua las casas del lote contiguas hacia donde amenazaba fluir el siniestro. Aun no soplaba el viento del Weste y eso fue providencial.
El fuego seguía su curso cuando llegaron las pipas y los bomberos empezaron hacer su trabajo; ya para esto las seis casas al Este de la calle Diez y Constitución no tenían salvación. Sin embargo el trabajo de los traga-humo fue esencial para que el fuego no repercutiera y siniestraza la manzana entera.
Mucho antes las viviendas habían sido evacuadas. Casi todas aun compuestas por la madera con que fueron construidas originalmente –hace más de cien años- y que en estos lamentables eventos se convierten en un polvorín.
Los lamentos y las culpas se escuchaban por todos lados. El Alcalde, “Che” Murillo, fumaba cigarro tras cigarro; mientras que alguien por ahí recordaba cuando fundaron el Honorable Cuerpo de Bomberos Voluntarios, al tiempo que estos, ya habían logrado controlar el fuego pero no pudieron evitar la pérdida total de las seis viviendas. Eran pasadas de las Doce cuando el humo blanco que refiere la culminación del fuego hizo su aparición, dando paso a un incendio más en el centro de este centenario puerto y mineral.
Un incendio más. Una frase lapidaria, pero que no tiene otro sentido mas que el sentimiento mismo de una población que no duerme por meses después de estos eventos que, paradójicamente, siempre son esperados. En cualquier momento, a cualquier hora, sin que nadie los pueda parar del todo y, desafortunadamente, sin que nadie aun, haga algo razonable por evitarlos.
La noche en Cachanía, aunque fría, estaba tranquila. De repente el ruido se adueño de ella y, eso llamo mi atención. Abrí la puerta de mi hogar y pude percibir un olor a quemado; a incendio. Alce mi vista y vi el humo como subía al cielo impulsado por la presión del fuego. En piyamas corrí hacia el sitio y pude darme cuenta que el incendio, apenas en ciernes, sería de graves consecuencias.
Hice dos llamadas, la primera a mi hermano Luís, quien es propietario de una de las casas que devoraba el fuego; la otra, fue para atascarme en el recuerdo de siempre.
Era casi la media noche. Aun no llegaban las pipas aunque las bomberas ya estaban en el lugar, nada se podía hacer. Regrese lo más rápido que pude a casa para ponerme ropa adecuada, siempre pensando que en algo podía ayudar.
Al regreso el fuego ya había invadido tres casas y amenazaba con seguir adelante y siniestrar toda la manzana. El trabajo en equipo y la solidaridad de muchos ciudadanos que no podían hacer nada ante el fuego, se dejo sentir al rociar con agua las casas del lote contiguas hacia donde amenazaba fluir el siniestro. Aun no soplaba el viento del Weste y eso fue providencial.
El fuego seguía su curso cuando llegaron las pipas y los bomberos empezaron hacer su trabajo; ya para esto las seis casas al Este de la calle Diez y Constitución no tenían salvación. Sin embargo el trabajo de los traga-humo fue esencial para que el fuego no repercutiera y siniestraza la manzana entera.
Mucho antes las viviendas habían sido evacuadas. Casi todas aun compuestas por la madera con que fueron construidas originalmente –hace más de cien años- y que en estos lamentables eventos se convierten en un polvorín.
Los lamentos y las culpas se escuchaban por todos lados. El Alcalde, “Che” Murillo, fumaba cigarro tras cigarro; mientras que alguien por ahí recordaba cuando fundaron el Honorable Cuerpo de Bomberos Voluntarios, al tiempo que estos, ya habían logrado controlar el fuego pero no pudieron evitar la pérdida total de las seis viviendas. Eran pasadas de las Doce cuando el humo blanco que refiere la culminación del fuego hizo su aparición, dando paso a un incendio más en el centro de este centenario puerto y mineral.
Un incendio más. Una frase lapidaria, pero que no tiene otro sentido mas que el sentimiento mismo de una población que no duerme por meses después de estos eventos que, paradójicamente, siempre son esperados. En cualquier momento, a cualquier hora, sin que nadie los pueda parar del todo y, desafortunadamente, sin que nadie aun, haga algo razonable por evitarlos.
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